En la quietud de la noche estrellada,
donde el silencio se torna música,
y los sueños toman forma de realidad,
es donde mi alma encuentra su tónica.
En la brisa fresca que acaricia mi piel,
en el murmullo del río que fluye sin cesar,
en el aroma de la tierra mojada por la lluvia,
mi espíritu se siente libre de volar.
Y en ese vuelo, en esa libertad,
mi mente se deshace de las ataduras,
de las preocupaciones y de la ansiedad,
y encuentra la paz que tanto procura.
Y así, en esa noche mágica y profunda,
mi corazón se llena de poesía y de luz,
y mi voz, que es el eco de mi alma,
entona una melodía que es pura virtud.
Es la canción de la vida y de la esperanza,
la que invoca la belleza de cada instante,
y que nos recuerda que en cada segundo,
tenemos la oportunidad de ser radiante.
Y así, en la quietud de la noche estrellada,
mi espíritu se renueva con cada latido,
y mi alma se siente llena de amor y de verdad,
en este universo que es un misterio sin fin.