Cuándo retomo la atención
al presente, el agradecimiento
me llega y entra una emoción
cercana a ese arrepentimiento;
por no dejar ser al corazón
el director del comportamiento,
en una graduada emancipación.
Para un sano esparcimiento,
sin promover la degradación,
construir un buen conocimiento;
que permita la reconciliación
de todo, el arto padecimiento
y los dolores en colección,
con el nulo azuzamiento,
necesario para la reflexión.
Y dejar el adoctrinamiento
mediocre, orientando la acción
al correcto cumplimiento
de la bondad, sin justificación.
Así amistar la aflicción,
disciplinar el perfeccionamiento
del gran arte y la compasión;
por fin llegar al entendimiento
de qué: el amor es la razón.
Rigoberto F. Garay