Lanzado a la oscuridad,
escribo mi estatuto infinito,
con la intensidad esquiva que me otorgan los años,
deslumbrante recuento de memorias,
apiladas desde adentro,
estrujadas contra el muro ambiguo,
de la cavidad que me abraza,
como apretujadas sin latido,
avasalladas por el tiempo.
Escribo sin claridad en mi verbo,
silenciado el lenguaje,
por la oscuridad que me acorrala,
vocablos insensatos,
desbordándose desde la locura,
que me imponen las huellas dejadas en el tiempo,
confrontado por tímidas luciérnagas de razón y cordura,
que destellan como señales,
de que una vez si fue posible,
de que al menos una vez el mundo,
tuvo sensatez y la vida, alcanzó sentido.
Me urge el pensamiento engranado a mis afectos,
uniendo los cables de la prisa y la locura,
para convertir en sensatez las caricias y los besos,
y transformar el lenguaje,
colmando las palabras de anhelos y empeños,
Estoy aquí, abrazado por la noche,
exhortando la esperanza como hilo de vida,
que me acerque al alba, con la mirada cristalina,
con el oído despierto y la sutileza en la dermis,
implorante de cercanía, cual que campanas en la niebla,
desterrando los temores, acunando la esperanza.
Estoy aquí, esperándote,
para derramar mi frasco de añil y tinta,
sobre papel y el lienzo que declare una nueva vida.
Estoy aquí, con el alfabeto nuevo,
contemplando estrellas, Imaginando versos,
agitando el tiempo,
para abrir los brazos y abrazarte lento.