El avión aletea mi tejado
esquiva los aleros y se posa
tan leve como el arpa que, celosa,
resuena, ya sin agua, en el costado.
Desea ser de plumas a su lado,
vivir en libertad, volar dichosa,
dejar atrás el rastro de la rosa,
la herida del amor, que no ha cerrado.
El nido está vacío todavía,
los álamos, enfrente, son de sombra.
La austera soledad del pueblo, leda...
Transmuta este silencio cada día
el canto de los pájaros que nombra
el tiempo de la luz en dulce seda.