Soy la niña que en las noches llora,
castigo del pecado de amar el desprecio,
el pago justo por aceptar los insultos
provenientes del que se disfraza
de algodón de azúcar y un \"buenos días\".
Y más noche la niña no llora en vela,
descansa tranquila con los ojos nublados
gracias a un fiel sabio que la protege
y respeta, y acepta el amable desplante
que ella le ofrece en plato de vidrio.
Se enamora, crece y se enamora,
firme, respeta sus sentimientos
con base en su posición de esclava,
pues su futuro la mantiene presa,
encadenada a una pálida vida.