Cuando era niño, sin conocerte,
buscaba algo, ¡quizás la suerte!;
de ser mirado por unos ojos
que envolviesen mi cuerpo
y... ¡todo!
Me empapaba de la lluvia,
me golpeaba con sus gotas,
y miraba de reojo
hacia los ventanales;
buscando la de aquellos ojos
que coincidieran con los míos,
yo mojado, envuelto en frío,
y ella... allá, tras los cristales.
Nunca pude conocerte,
¡pasé mi niñez sin verte!
Siendo ya joven, perseguí el amor;
y en dos chicas, quizás en tres,
busqué esos ojos que no encontré;
me hice hombre sin conocerte,
¡crecí sin verte, viví sin verte!
Y ahora de adulto,
cuando no los buscaba,
me encuentro los ojos
que yo soñaba.
Pero me dices que es tarde,
que ya no es momento,
¡vaya suerte la que tengo!
Crecí sin verte, viví sin verte,
¿para qué soñé conocerte?
(¡Lo más bello siempre fue,
el soñarte... tras los cristales!)
xE.C.