El día que sus ojos me miraron
vertían del amor la sinfonía;
y todos mis deseos explotaron
en bella comunión de idolatría.
Mis ríos de ilusión se desbordaron
en cantos de pasión y algarabía;
y llenas de fervor se despertaron
las luces de preciosa fantasía.
Sentí me encadenaba su mirada
con esa candidez tan tierna y pura
que deja de lascivia eterno sello.
¡Y fue tan pasional la llamarada
de aquella regia noche de locura
que pude ver a Dios en su destello!
Autor: Aníbal Rodríguez.