Las palabras me dicen cosas, como:
-¡Ven y escribe! O acuéstate conmigo...
Detrás de mis vocales hay abrigo
y el verso se dilata como el plomo
en una fragua, hirviente; o como el pomo
de una puerta que se abre a un buen amigo,
o a un buen amante. Tú serás testigo
de todo esto... ¡Ven! Móntate a mi lomo...
Y yo me dejo seducir despacio,
me embriago de su ser vivificante,
de su aura de misterio y hedonismo,
me pierdo por el tiempo y el espacio
y encuentro que detrás es adelante
y el todo de la nada soy yo mismo.