Robé en tus labios
el néctar deseado
de la paciencia.
Y me encontré
llevando tu sonrisa
entre los míos.
Robé la gracia
sutil y delicada
de tu inocencia.
Y despertó
la mía, enmarañada,
a nueva vida.
Robé el latido,
sutil y generoso
de tus suspiros.
Y renacieron
recuerdos de la infancia
que te llamaban.
Robé la luz
y vida de tus ojos
para mi noche.
Y pude ver
las huellas, en la playa,
que perseguía.
Robé el amor
tan dulce de tu pecho
y éste sangró.
Y así acabó,
el robo de unos sueños
maravillosos.
Pido perdón,
decía cabizbajo,
en confesión.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/03/23