OYE LOS PASOS DE MI ALMA
Oye, amigo. Oye los pasos de mi alma
huyendo del cielo nublado de frivolidad.
Cielo negro, negro intenso, intensa fragua
donde rostros llagados impiden hallar paz.
Oye, amigo. Oye los pasos de mi alma
pugnando por dejar atrás la inmensa urbe,
hechicera grandeva de enigmática trama.
¡Oye sus pasos buscando anhelada cumbre!
Oye sus pasos despojados de ataduras
recorrer la irisada piedad de la naturaleza,
abandonando el frío valle de amarguras,
hacia el sosiego límpido de la Belleza.
Si crees que deambula. ¡Deja mi alma vagar!
Si crees que sueña, amigo mío. ¡Déjala soñar!
Si crees que sufre delirios. ¡Déjala igual!
Si crees que suspira. ¡Déjala, sólo sabe amar!
Si crees que está volando. ¡Déjala, sabe planear!
Si crees que llora. ¡Déjala, llora de felicidad!
Al claustro banal no la quieras obligar.
¡Amigo, no cercenes sus alas, la matarás!
Ángel Alberto Cuesta Martín.