Hay gran conmoción en los altos cielos
toca la trompeta Gabriel con estruendo,
gran clamor ondula en las altitudes
urgente el Señor preside un consejo.
Forman querubines de alas oradas
uniforme fila que se pierde lejos,
y los santos todos con vestidos blancos
en silencio vienen ante el Dios eterno.
Y los serafines vienen también prestos
compañías de ángeles que replandecientes
se acercan al trono del Juez justo y bueno...
hay espectación... todo está en suspenso...
El Señor los mira amoroso y tierno,
Que se pase lista!, ordena al instante,
y las potestades de los cielos, todas
al sonar sus nombres contestan: Presente!
Cuando se oye el eco del último nombre
luce preocupado el rostro del Bueno,
falta un ángel, dice, con voz muy doliente
y todos se miran de sorpresa llenos.
Aquel angelito de mirada dulce
de ojos brillantes como ascuas ardiendo,
de tierna sonrisa inefable y pura
no está entre nosotros, se ha ido muy lejos.
Presto recorred todo el universo!
con voz resonante dice el Creador,
y todas las huestes celestiales, todas,
a cumplir la orden marchan con ardor.
Id por los planetas de mi creación!
A lejana estrella quizás el partió,
o detrás del sol se encuentra perdido,
talvez un cometa brillante siguió.
Quizás jugueteando con las nubes blancas
que cubren la tierra morada del hombre,
o en las verdes aguas de mares profundos
o en el infinito donde el alba rompe.
Mientras en los cielos reina confusión
una muchachita de voz argentina,
de ojos brillantes, boca purpurina
es de su familia alegría y amor.
Esa muchachita es el angelito
que escapó del cielo un día inolvidable,
viniendo a este mundo como ser humano
a traer dulzura a una buena madre.
Estaba la niña jugando entre rosas
en las azucenas, jazmines y nardos,
oyendo el cantar del viento en los árboles
y el trinar alegre de un dulce canario.
Gabriel que pasaba en búsqueda intensa
al ver la niñita dice: lo he hallado!
el ángel que el cielo reclama de urgencia
y que al Señor un día había dejado.
Así la nenita radiante y preciosa
un día nebuloso amanece enferma,
no basta el cuidado de la buena madre
ni aun los recursos de la ciencia médica.
Y ante el sufrimiento de la santa madre
sus ojitos negros muy pronto se apagan,
volando su almita hasta el Dios del cielo
que amoroso y bueno ya la reclamaba.
Compréndanlo todos, ella no era humana!
era un angelito tierno y candoroso,
que una vez del cielo habíase escapado
y fijó morada aquí entre nosotros.
Hay luto en la tierra, hay lloro y tristeza
ante la partida de un ser puro y bueno,
mientras allá arriba los ángeles cantan:
Ha vuelto el ausente!: Alégrese el cielo!
R. Gruger / 17-5-60