Pedro Juan se vio letal y mortífero en su alma cuando no hubo tiempo ni salida hacia nuevos valimientos dejando abrir el desenfreno de ver el cielo en gris tempestad. Cuando en el afán de creer en el embate de dar una salida petrificada de espantos, se vio Pedro Juan cuando está insospechado de calores y de tiempos y de sinsabores innatos. Cuando en el afán de creer en el alma sosegada se vio inmortal como lo más que llama a ser como un cometa dichoso, pero, irreal como poder ver el cielo de una tormenta en color fantasía. Si Pedro Juan en el trance de la verdad se vio friolero, pero, lleno de candente delirio sosegado como el ocaso o como el imperio de ver el cielo como un universo frío. Cuando en el trance de la verdad insistente se edificó como el fuego clandestino y como un juego de esos en que el amor encierra el poder en ser como lo más perdido de un fuego siniestro, pero, en la piel y más en el cuerpo y en el ocaso vivo de dar una comitiva de reacciones buenas como el desenlace de creer en el instinto de que se revelará una cruel osadía y una impoluta verdad. Cuando en su afán de creer en la verdad se electrizó la fuerza de dar con una sola mala insistencia. Porque cuando en el amor se entrega cuerpo y alma, vida y corazón, se sabe que el ostracismo se pierde en caer bajo el imperio de dar una sola señal y es la fuerza de la total verdad, insistiendo que en el ocaso se gana una sola verdad, y como una verdad impoluta en poder saber que el odio y que el rencor acecha una sola verdad faltando en un solo acometido. Pedro Juan se debate entre la espera y la desesperación de no saber nada de la vida de Annette de la Llama cuando en su afán de dar una punzada en el corazón se debió de entregar en cuerpo y alma a la inocua desesperación en creer que el tiempo transcurre como pasaje de ida y vuelta sin saber que Annette de la Llama está casada. La vida de Annette de la Llama se aterró en ser como la más efímera insistencia cuando decide expresar y decir toda la verdad cuando en el afán de entregar a la certeza se vio friolera como el hielo sin esperar a que el destino irrumpe como sortilegio en un laberinto sin salida. La vida de Annette de la Llama al igual que un jeroglífico se entrega adivinando las respuestas de su propia vida y de su existencia. Porque Annette de la Llama en la alborada se sintió como un juguete viejo, descompuesto y roto entre la vida y el ocaso frío de ese frígido sol, cuando en el tiempo quiso en ser como el nuevo dilema y de un sólo mal desliz entre la vida de Pedro Juan y su esposo, el empresario elegante. Si la mala esencia y la mala presencia en dar una ausencia consecutiva se vio inalteradamente como una marioneta o un títere entre las manos de Pedro Juan y de su esposo el empresario, por no ver nunca la salida. Y entre la espada y la pared se siente como una sola verdad efímera creyendo en el mal desenlace de dar una sola verdad en que se siente como el frío perenne en el alma de Annette de la Llama. Si Pedro Juan en el embate de creer en la mala osadía en creer en una sola verdad en que el silencio se siente como entre los labios un mal sabor con poder revelar esa triste verdad de que Annette de la Llama está casada y con un solo empresario y siendo infiel se debate entre la mentira y la triste verdad. Annette de la Llama sólo creó un mal compás en la vida del empresario, su esposo y, que aún, no sabe de la revelación de la traición de su esposa. Cuando en el embate de dar una solución al problema de la infidelidad de creer en el instante en que se siente desapercibida Annette de la Llama cuando se aterra en expresar o revelar su propia verdad. Cuando el esposo de Annette de la Llama indagó sobre aquellos gastos en el hotel donde se hospeda y hace estadía Annette de la Llama queriendo derribar el silencio de su cometido de amar por séptima ocasión y séptima vez a Pedro Juan con caricias y amores en subrepticia llama de pasión cuando se enciende la llama en la vida entre Pedro Juan y Annette de la Llama. El dilema se vio mortífero y tan letal como poder saber de su insistente delirio cuando en su afán de creer en el camino frío como un funesto mal desenlace en creer que su esencia y presencia se torna consecutivamente más asidua su propia ausencia. La vida de Annette de la Llama se vio malherida como buscando un mal precepto de creer que la verdad vuela como ave en pleno cielo, pero, en el alma de Annette de la Llama sólo entristece por no saber cómo actuará el amor de su vida que es realmente Pedro Juan porque es el único hombre que Annette de la Llama ha amado con la llama de pasión encendida al notar que su corazón si se desprende de buenos amores por Pedro Juan. La vida de Annette de la Llama no fue ni ha sido fácil cuando el percance de amar se debate en una sola persistencia autónoma de creer en el alma y en los ojos ciegamente cuando el tiempo no caduca sin amor. Pedro Juan por su eterno amor, Annette de la Llama, desea ver el cielo, se torna indiferente ante mal acto de la ausencia consecutiva de Annette de la Llama porque ella se ausenta más de la cuenta dejando naufragar el tiempo en amar porque realmente Annette de la Llama tiene problemas con facturas del hotel con su esposo, el empresario. Annette de la Llama se aterra por saber del mal inconsciente de creer en el instante que se enfrenta a una traición y felonía de infiel acto y proceder. La insistente vida de Annette de la Llama en dejar a su esposo tranquilo y que no sospeche de su infiel amor para poder en presencia ir y ver a Pedro Juan y amarse bajo las sombras perdidas que deja el sol. Cuando el percance de creer en el embate de subsistir en el trayecto en que Annette de la Llama oculta a su amante de las garras del dolor ajeno y de el mal tiempo cuando ocurre el fatal desenlace de creer que su amor durará una eternidad. La vida de Annette de la Llama quedó aterrada de un sobre espanto nocturno cuando en su dormitorio o su habitación nota que la luna con blanco nácar de luz se torna de color rojo. Y, Annette de la Llama cree que es su sangre perdida y derramada en un vil y cruel desenlace fatal entre ella y su esposo. Es un vaticinio, una premonición o un destino soslayando en el tiempo en que ella en subrepticio dolor oculta la revelación de la verdad tanto para Pedro Juan como a su esposo, el empresario elegante que le mantiene y le ofrece todo a Annette de la Llama. El instinto subrayando en el delirio delirante de dar una conmísera y un mal altercado se aferró a la camorra de sentir el aterrador momento en que oculta toda su verdad. Y, Pedro Juan se vio inmortal, pero, era un hombre engañado, traicionado, con una felonía por parte de una mujer que apenas en siete ocasiones se entregó en cuerpo y alma buscando amar a ésa mujer, pero, ésa mujer lo engañó y lo traicionó. Annette de la Llama súbitamente amó indoloramente a Pedro Juan en el tiempo cayó en redención cuando Annette de la Llama sube desesperadamente a la habitación del hotel, pero, Pedro Juan no se encuentra en el hotel, era la octava vez y octava ocasión en que se amarían los dos amantes con la llama de pasión viva, ardiente, vehemente y, muy cálida. Cuando en el trance de la verdad fría e indeleble como el tiempo se debate en una ira conceptual, extramarital, pero, bifurcada como el tiempo en que se siente como una fuerza en amar, pero, no, no era así sino que la fuerza era como el mismo dolor. Y, cuando en el delirio desafiante, caluroso y cálido se aterra en saber que el destino se fue por donde empieza el frío y termina con el calor en oculto amor. La vida de Pedro Juan se condensa en un mayor desenfreno al debate de una razón casi perdida por el amor real de Annette de la Llama. La presencia de Annette de la Llama en la octava ocasión y en el hotel esperó por Pedro Juan por amar por octava vez y con la piel desnuda y entre sus piernas la sombra del sol a cuestas cuando ni el sol llega a esa parte amada en Annette de la Llama. La vida de Annette de la Llama llama en ser como el aire zucumbiendo en un delirio tan delirante como poder ser la eficaz tormenta de color gris que le atormenta al cielo. La vida de Pedro Juan se miró en el bolsillo de eterna pobreza cuando en su instinto en ser un asiduo observador y fanático del balompié sólo se aferró a la osadía de creer que, era sólo un espectador. La vida de Pedro Juan se vio marcada por la firmeza, la eficaz y, la inmóvil espera de esperar por su amor, pero, se enfrenta a un delirio sosegado de amores inconclusos. Ese amor inconcluso fue y será Annette de la Llama cuando se entregó cuerpo y alma, vida y corazón. Pedro Juan se aterra al desafío friolero de sentir en su alma una luz condescendiente. Cuando en el frío se percibe un desastre de enfrentar la revelación de la verdad de Annette de la Llama, su esposo y, Pedro Juan. Annette de la Llama en el delirio de esa habitación se cuece de tiempo, de espera y, de una sola conmísera existencia cuando espera a Pedro Juan en el hotel. Porque cuando en el desafío inherente en poder sentir la conmísera atracción de la vida inocua, se vio intransigente, pero, apaciguamente delirante la eficaz tormenta que se avecina cuando la verdad crece como aquella vez en que se cosechó una sola rosa en el huerto del jardín del corazón de Annette de la Llama. Y se electrizó la forma de penetrar perenne el amor en cada espacio del recóndito corazón de Annette de la Llama y sin poder llamar jamás a que en el lugar de la desesperación de la espera por esperar en octava ocasión a su hombre amante en ese hotel de lujo y de magnificencias dadas como el perecer en el embate en dar una luz sobre esas almas desérticas llenas de un sol sombrío en sombras tan perdidas como lo que fue amar después de amar a su propio esposo en eterna infidelidad que se cuece como el fuego siniestro de creer en la llama de pasión. Cuando en el alma de Pedro Juan hace hincapié en decir que el cielo es el límite sin fronteras ni murallas que se interpongan entre dos amantes. Pedro Juan desea conocer la vida pasada de Annette de la Llama cuando en su afán de hombre enamorado desea saber más profundo todo sobre Annette de la Llama. Pedro Juan decide reprochar por qué no se pueden ver públicamente en las afueras del hotel, si Annette de la Llama lo tiene prohibido. La vida de Annette de la Llama se aterró en ser como la fuerza, la vida, la esencia y, la presencia en creer que el destino es aterrador como aquella luna de blanco nácar en que se convirtió en rojo sangre cuando Annette de la Llama la miró celosamente y desconsoladamente desde su habitación. Cuando en el tiempo y más en la osadía de por el día se aterra a amar libremente a un hombre enamorado como lo es Pedro Juan. Cuando en la manera de creer en el embate de dar una salida se electrizó la forma de ver el cielo de color gris tormenta en vez de ser un azul celeste con el eterno sol. La vida de Annette de la Llama se vio mortífera, pecadora, en tentaciones frías de desesperación cuando en el instante cálido amó como nunca a un buen hombre que se llama Pedro Juan. Pedro Juan, un buen hombre se dejó llevar por el amor, la vehemencia y, la llama de pasión que susurró un murmullo grito a voces cuando en aquel pasillo de aquel restaurante se conoce Annette de la Llama y Pedro Juan. Y, se vio tan impetuoso el momento cuando ambos amantes salieron corriendo del restaurante hacia el hotel. Pedro Juan decide en vez de ir al hotel llamar telefónicamente a Annette de la Llama para poder estar juntos, pero, en el restaurante del hotel, en eso Annette de la Llama toma el elevador y baja al restaurante. En ese trayecto observa llegar a su esposo, el empresario elegante. El esposo de Annette de la Llama la toma por el brazo y la lleva al restaurante, allí se halla Pedro Juan. En el delirio delirante de la llama de la pasión entre Annette de la Llama y Pedro Juan pasa desapercibida, transparente, translúcida, como si nunca se hubieran conocido. Pedro Juan sabe la fría verdad. Pedro Juan realmente no desea romper la relación de Annette de la Llama. Pedro Juan queda con un dolor muy profundo en su corazón y fue la llama de pasión que le perforó a su corazón con un infarto mortal y murió Pedro Juan en el restaurante del hotel.
FIN