Las sonrisas de ayer
arrastradas por nuestras lágrimas,
sus súplicas las ignoraste,
no pudiste comprender mi geografía
de nuestro porvenir,
cuando en armonía,
nuestras suspiros de pasión serían
nuestro refugio de las tempestades
*
Pero quedaste en tu crisálida,
atada por hilos rotos de razonamiento,,
una abrogación de la sensibilidad te ofrecí,
cada vez cuando rayos de sol bribones
en cielos de pizarra desentrañaron.
Mi intento, en vano, de avivar
la llama de una promesa de amor,
ya petrificada en un espejo
de bajamar perpetua.
*
Aun así,
y a pesar de tu frialdad,
me empaparé con el rocío del alba,
trepando sobre los horizontes
de nuestras mañanas
David Arthur ©®
La foto de un pintor prerrafaelita