Me iré donde cantan los pájaros,
donde el viento arremolina el cielo,
y me pondré mi vestido largo,
para girar como un Sufi
con su vestido blanco.
Y esperaré allí, a tu abrazo trémulo,
con tu mirada de naufrago,
en mis lánguidas tardes
como siempre he esperado
a tu beso tibio y enamorado.
Pero volveré, con magnolias blancas,
con espigas como un manto
para arropar tu soledad y tú llanto.
Voy a volver para engendrar en tu pupila,
un candil de versos y un pincel dorado
para pintar un árbol y dejar tú marca
de pintor que revolotea en mi canto.
Y si alguna vez no me escucharas
o no vieras mi danza,
buscaré en la escarcha de mi calle
esos pájaros cantando.