Raíz de aurora primaveral
fría aparentemente fría
pero tibia o ardiente
según el beso que te cae
desde mi boca.
Lo primero no tiene
importancia real;
pero en lo segundo
comienza una quemazón
a momentos incontrolable,
a ratos sostenida
y por último consumida.
Y entonces como un volcán
que se enoja, emerges crepitante
de tu letargo y te conviertes
en lava salvaje
y te abalanzas
cubriéndome todo
quemándome todo
y tu torrente hirviente
me arrastra por la tierra
hasta que tu quietud
me petrifica a tu esencia
y me convierte en el guardián
de nuestro nido volcánico
que protege
nuestro sueño nocturno.