Danny McGee

MIS PADRES.

MIS PADRES.

Hace un tiempo ya crucé la barrera de los 40 años.  Y veo mi vida hacia atrás y no creo haber logrado nada de lo que yo esperé lograr.
Veo a mis padres. Mis viejos ya no son los mismos. Son mis amigos, sí, pero ya no son los mismos. Los años cobran en silencio y el paso del tiempo deja marcas en la piel y el alma. Los tengo conmigo, sí, entendiendo que no son muchos los años que nos quedan por compartir. 
No es fácil ser un hijo, pero es mucho más complicado ser un padre. Por eso he sido el que he sido, porque veo próximo el día en que ya no estén conmigo.
Gran parte de mi vida se la entregué a mis padres, quizás toda. Pero yo no me arrepiento, simplemente me consuelo con haberlos visto siempre enamorados, viendo siempre la vida con simpleza: compartiendo una canción, una comida o algo tan trivial como es ver una película.
Van pronto ellos a cruzar la barrera de los 80 y yo no sé cuánto nos queda. Solo espero disfrutarlos día a día con el máximo regalo que se le puede dar a quienes amas: el tiempo.
Para mí, el amor tiene escalones demasiado altos. Al ver a mis padres, siento imposible haya un amor así: uno con compromiso, con amistad, con un sabor a todo, enfrentando cualquier clima. 
El amor se escribió de puño y letra de mis viejos, no hay duda alguna. Y yo extrañamente estoy contento por haber conocido el amor a través de ellos.
Ignoro qué traerá el mañana (el tiempo nunca se detiene).
Y es que cuentan que cuando un ser querido muere, algo de uno se va también: se hiere. 
Pero mi caso es distinto: me iré completamente.