La luna ya se retiró
dejando su cristal de marfil
sobre las exuberantes tierras
que no participan de mitos ni rituales
pues las manos se han disecado
intentando buscar un abrazo sin brazos.
La locura se apartó sin dejar rastro
de su persecución de ánades lacustres,
cuando el viento sopla fuerte, la lluvia
arremete contra el soliloquio del loco.
Dejó cristales en las avenidas solitarias,
en las mucosidades desvanecidas, en los
hombros singulares, cóncavos, espaciosos,
confortables. Mas se olvidó
de perforar la sierra, el cerro consentido,
los elogios fúnebres, la madera de los cuerpos
oficiales. Sintió un crimen a sus espaldas,
un sillar de receptivos impertinentes, un millar
de cópulas ansiosas, cuando el viento cumplía
veintitrés años! Obtuvo un abrazo disecado.
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