Quiero morir y que tú me mates,
que sea tu alcoba el lugar del delito;
que sea maquiavélica tu mente que me piensa,
planea el acto para que alcance perfección,
con tu cuerpo que por mí acelera tu pulso
y con tus manos que a mi piel afanan,
lleva a cabo lo que hoy te apruebo:
matarme con tu extravagancia que se desborda;
piensa, quizás, que vas a eliminar a un bicho…
¿Por qué te quedas sin decir nada?
mátame al fin, los accesos están concedidos.
Solamente así me alejarás de tu mente
y huirán los recelos que entre la gente te invaden.
Si ya lo maquinaste en tu lecho alguna vez,
lleva a cabo tu pretensión atolondradamente.