Tantos suspiros ha; una tarde inolvidable,
nació en mi corazón anhelo irrevocable,
serías tú; sé que juré, luz de mi historia.
¡Jamás te alejarías de mi memoria!
Te conocí una tarde; deslumbrante
jugabas bajo el sol, linda y radiante
preciosa como lira inspiradora,
perfecta como numen vencedora.
Al punto me rendí a tus lindos ojos
tu risa musical, tus labios rojos;
tu cuerpo sin igual, tu gracia plena,
dulzura en tu mirar, alma serena.
Entonces te hice musa de mis sueños,
lumbre inextinguible de mis leños;
pues eras realidad no fantasía,
elíxir celestial, dulce ambrosía...
Sin embargo, corrí tras utopías,
que absorbieron mis noches y mis días
mientras tú en la distancia te alejabas
sin notar que mis sueños marchitabas
Rogué entonces en mis horas claras
a todo cuanto existe me escucharas;
pero en vez de ser yo quien lo dijese
al cielo supliqué por mí lo hiciese.
Mas darle al cielo misión significante
que no eras tu carbón, sino diamante
fue necedad de un hombre en desvarío
que en sueños se creyó Rubén Darío
Y el tiempo se llevó todos mis años
siguiendo a mi ilusión mil desengaños
sin que yo despertase ni entendiese
cómo evitar tu huella se perdiese
E hincado ante el silencio misterioso
del amor que sin hablar es portentoso
puse en manos de la suerte mi destino
absurda decisión... cruel desatino!
Clamé entonces a Homero y a Cervantes;
guardianes del idioma y los amantes,
me diesen la elocuencia y valentía
para alcanzar tu amor con hidalguía
Por supuesto, escritores ni poetas,
duendes, hadas, ni genios de historietas
pudieron abogar por mi añoranza
por lo cual di al viento mi esperanza.
Esperanza que enfermó sin que él hablase
y esa verdad inmensa te contase,
llevándome a implorar a las estrellas
que, si no lo hacía él, lo hiciesen ellas.
Mas, aunque viento y estrellas te buscaron
y mis más caros sueños te contaron
ni a ellas ni a él tú comprendiste
y del viento y las estrellas te escondiste.
Entonces te busqué con sol y luna
sin rastro de tu paz ni suerte alguna
y el invierno de mi vida sobrevino
sin tu amor bendiciendo mi destino.
Ahora me voy, me llaman las estrellas;
el viento me entregó mensaje de ellas.
Ya no valdrán canción, verso ni prosa,
mi amor lo sabe bien; llora una rosa.
En ella hay para ti rimas, canciones,
sueños de amor y dulces pretensiones
historias de romances y proezas,
de príncipes, galanes y princesas.
Y ella te contará sin inquietarte
cuánto anhele quererte, cuánto amarte;
como en aquella tarde ya distante
en que creí ser Dios. Oh, eterno instante!
Fabio Armando Urrego Valderrama