Ser inmortal es la ilusión que muere
con el paso seguro de los años,
saleta inexorable del peldaño
que al trance de la muerte nos transfiere.
Y sólo en Dios existe, como antaño,
la esperanza extendida que genere
la vida en Su presencia y que libere
al silente cordero del rebaño.
Cumplido el tiempo y al llegar la hora
de revivir en una nueva aurora
el sol brillante de la parusía,
lo inmortal será al fin algo tangible:
Vivir eternos ante un Dios visible
en la nueva y eterna epifanía.
De mi libro “Soles y de escarchas “. 2004 ISBN 987-9415-17-5