La indolencia siempre se transforma en lágrimas, somos tan frágiles, que aceptamos primero a nosotros mismos que nos equivocamos es reconoce la verdad. El dolor que nos produce el engaño o la traición es derribar la confianza de un sueño, es poner en la cara del otro el odio de la traición. Es exhalar palabras de la imaginación nunca usadas, por ese resentimiento inmoral que llego sin buscarlo, dejar de pensar, para olvidar lo que no fue, cuesta más trabajo de lo normal, hasta que tu mente absorba el no del enojo. Y remendar un corazón herido por la inseguridad incitada, como tener el exilio hasta la maduración del pasado entre el presente y el futuro. Hasta cuando deja de existir la desilusión marcada y pasa a ser anécdota de un despecho lejano que sirvió para aumentar la desconfianza o la madurez por lo nuevo por venir, llega la soledad con un himpas, de tiempos pensativos, llenos de reflexiones impropias o madurativas y sino no aprendimos la lección. De un destino que lleva acuesta una vida simple....
Tincho.