El atardecer en sus párpados de púrpura y de oro
enciende las últimas llamas de los amantes
que se dan amor a escondidas, murmurantes
cuidadosos que nadie importune su tesoro ...
Yo serena, contemplo a Venus, su maravilla
que mientras su pulcra desnudez deslumbra
va dejando su rastro en la saliente penumbra
cual si fuere cinderella perdiendo su zapatilla...
¡Oh, fuego sensual y rojizo, arde
en sus pupilas desde la lejanía
cual antorcha de Héspero, latiendo!
¡Y ese fuego que en éxtasis estoy sintiendo
es cuando en rica y en dulce fantasía
soy acariciada por la diosa de la tarde!