Recuerdo a una fuente que había
en el parque de aquella residencial
cuando la luz tenue, ya tardía
se derretía en su flujo lacrimal.
Recuerdo que las estrellas de la noche argentaria
temblaban dentro de ella cual piscina
y en el cielo de oro a la hora vespertina
la silfíde en sus ondas cantaba solitaria.
Un día, la pequeña Anita, en un mes de abril
sacó una moneda de su caja de alcancía
y llena de deseo, a la fuente se dirigía
Y de puntillas se paró en el blanco marfil
lanzando así su moneda, ligeramente
viéndola perderse en el agua de la fuente...