La soledad parecía hacer mella en cada paso que daba mi rima. A veces se presentaba como una amiga inseparable como de esas que a uno le preguntan el estado de ánimo, pero sus ojos esconden una sutil mentira que hace imposible soltarle de la mano. Y es ahí donde yo escondía mi esperanza de verte algún día; entre esas rimas y versos venideros en las sombras de tu piel, en donde de vez en cuando cometen sus locuras por estar enamoradas de tí.
Así supe que la soledad no era todopoderosa como una diosa eterna, pues le temía a tus ojos, a esa mirada de Mujer enamorada incluso de hasta sus propias sombras, porque de ellas extrae esos sentimientos que un día se verán convertidos en poesía, peridos entre las inmediaciones de unos versos que parecen infinitos en los abismos de su piel, desde son extraídos sólo por los mejores poetas.
Yo no sé si seré lo suficientemente eterno para cubrir la eternidad que hay en tus ojos, pero deseo con todas mis ansias ser parte de esa piel que me enloquece, a la que le dedico mis propios versos todas las noches y son la razón de mis surpiros, porque es en ellos en los que encontré una verdadera forma de seguir aún enamorado de esta soledad que me acompaña en la distancia de tu cintura a mi rima; en esos kilómetros que siguen socavando mis versos quizá con la bana esperanza de convertirse algún día en ese poeta enamorado de tí y todo tu universo.