Yo que fui de tu dicha el arquitecto
que te dio del amor divina gloria;
hoy contemplo borraste en tu memoria
ese tiempo de luz que fue perfecto.
Caminamos los dos febril trayecto,
de ilusiones, forjando nuestra historia;
donde siempre, con aura promisoria
yo sentía con fe tu tierno afecto.
No pensé que de infausta hipocresía
emanaban tus besos y caricias;
que habitaba por siempre la falsía
en tus frases tan dulces y ficticias;
que llenaban mi vida de alegría
siendo solo de embustes tus primicias.
Autor: Aníbal Rodríguez.