Allí se guarece el silencio casi todo el año.
Allí descansan mis recuerdos solazadamente
en el amarillo de este invierno bondadoso
donde hay revuelos de ondas amadas.
Son sonidos de voces y ecos que vibran
perdurando entre los alcores que no les dan salida
sabiendo que halagan mis sentidos y en el valle
van y vienen cuando yo estoy y después descansan
en algún lugar del aire hasta mi regreso.
Pero llega el verano y el silencio deja por momentos
entrar la algarabía que lo visita y los recuerdos
estallan en feliz presente que baña mi interior de dicha.
El aire sigue siendo aire con silencio y recuerdos
y yo lo inspiro en la soledad o en el bullicio
que siempre están rebozando amores
en envolventes giros -singular compañía-
ya en silencios, ya en alborozados cánticos.
Sentimiento que no se desgasta -sentir eterno-,
que aunque tiene de flor, no cambia según la primavera,
y aunque tiene de roca carece de la dureza pétrea.
Es luz brillando en mis micas y es joya única,
ese silencio, transparencia vital que nada pesa.
Allí está el silencio y allí están recuerdos
y allí suelo ir a buscarlos con pesos… o sin ellos en el alma.
De mi libro “De trazos del borrador”. 2017 ISBN 978-987-4004-51-2