Piratas y mujeres hablando están
en los bares de la principal calle
del diminuto pueblo.
Discusiones se escuchan,
insultos y peleas,
gritos de ayuda
pidiendo socorro
por el dinero perder
en juegos de azar.
Algunos dinero apostaron,
otros, plata y oro;
otros, más odiosos,
a sus animales
y a sus esposos.
De pronto,
disparos se oyen,
unos matándose a otros,
otros escapando
a un lugar seguro.
Ríos de sangre
por todas las calles,
ríos de sangre
por todas partes,
desde mi ventana se veían
ríos infinitos de muerte.
Y yo, en mi habitación
vestida de rojo,
preparada para morir
con el franco
apuntando y disparando
desde la ventana rota
de mi pequeña casa.
Mis espaldas
al descubierto estaban,
nadie me cubría,
nadie me protegía.
Por un breve momento,
sentí un leve pinchazo
en la cabeza,
alguien me disparó.
Al hospital me llevaron,
pero el caos allí seguía;
así que, yo también morí
y en fantasma me convertí.
Mi alma viva separada está
de mi gélido e insensible cuerpo,
cubierto de asquerosos gusanos
que mi carne siguen comiendo.
Durante mi vida fantasmal,
vi que el pueblo desierto se quedó,
se convirtió en el pueblo fantasma,
pues nadie sobrevivir logró.