Luego de mucho tiempo, la princesa entendió al fin; que no existían realmente príncipes que escalen torres, ni lucharan contra los abominables monstruos.
Ella aprendió una gran lección en base a una metáfora muy mal empleada, que le habían contado toda su vida...
Sólo ella misma iba a ser quien la salvara de su propio caos, y no necesitaba de ningún príncipe, ni en cuento.