Mi mejor cuadro cuelga en la sala-cocina-recámara de mi habitación, es mi carta de presentación y ha sido muy requerido por mis clientes; si usted lo viera…hasta ganas dan de atravesar su umbral, todo rodeado de enredaderas floridas, colores y sombras tan reales que parecen salidos de los jardines del edén, me lo han pedido por sumas extraordinarias, pero yo no me desharía del él ni por todo el oro del mundo. Ahora es diferente, ahora está a disposición del primero que llegue con o sin derecho a reclamar mis posesiones, no me importa, me voy del mundo tan miserable como llegué, no es excentricidad, yo no tengo miles de razones para hacer lo que haré…tan sólo tengo una y con esa me basta, sin embargo debo reconocer que tengo miedo, miedo de estar por fin de estar tan cerca de la muerte que ésta me desdeñe…no me mire así, se lo voy a contar para que usted juzgue por sí mismo mi grado de valor o cobardía; antes que todo aclaro que mi país es de las pocas cosas que aprendí a amar aunque me tocara recorrer sus calles con los bolsillos vacíos, con hambre, sed o sueño y Dios sabe cuán constante era eso, no lo digo para quejarme, realmente hemos sido bendecidos con tener un suelo lleno de encanto para desarrollarnos, a lo mejor simplemente en alguna existencia pasada me trató mejor, no lo sé, simplemente disfruté sus rincones mágicos, lejos del bullicio de las ciudades y sobre todo con la mejor compañía.
Yo no entiendo a los hombres que admiran los ojos claros y las pestañas largas, ¿por qué? tal que vez porque desde pequeño buscaba la oscuridad, tal vez porque soy artista y me gustan los colores intensos, tal vez porque mis antepasados fueron literalmente formados de barro y arcilla o simplemente porque siempre busqué una mujer que pudiera camuflarse con la mayoría y así descubrir entre todas ellas esa diferencia que despertara mi curiosidad y encendiera mi deseo.
Así fue, como cualquier artista me resulta muy difícil atender asuntos mundanos y la gente me considera incluso estúpido, realmente quise en su momento formar parte del mundo y demostrar que no lo era; pretensión vana, ahora lo sé y hace tiempo dejé de pretender no ser estúpido ni extraño para lo demás, acepté la miseria de mi alma y de mi situación así como el aislamiento a donde me orillaron, mi arte no me proporcionaba riquezas, cuando mucho cierta admiración y los medios para subsistir, era yo por lo tanto tan común y corriente como un perro callejero, creía en los milagros pero estaba convencido de que no sería yo el protagonista de uno, los consideraba exclusivos para gente especial, gente espiritual o con tanto darma acumulado que el cielo cuida sus pasos; en cambio individuos como yo sólo pueden atisbarlo desde una rendija, no niego haber tenido momentos e inclusive épocas de dicha, no me considero amargado, tan sólo irremediablemente inadaptado, siempre envidiando a las aves migratorias y a las manadas de delfines que me deslumbraban al imaginar las inmensas distancias que recorrían, no se me concedió esa gracia y me molestaba no saber por qué, para mí esas especies eran mucho más dignas de permanecer en éste mundo que yo. Pero hubo una transición en la que alguien más me mostró lo bello que puede haber, una criatura divina, la más dulce y bella que puede existir, la única por quien me habría cortado las manos si hubiera sido posible con tal de tenerla conmigo hasta mi muerte; no exagero, mi vida comenzó con un sólo destello de sus ojos, una chispa que entró en mí, me incomodó, me trastornó y me atrajo hacia ella como la flor atrae a la abeja, no es obsesión, eso nunca, la obsesión es destructiva, rebaja y humilla, lo mío era una chispa de amor, la primera que lograba penetrar a mi fortificada alma, a donde ni mi madre pudo llegar cuando fui niño, donde sólo vivía la bestia inconsciente y arisca; cuando vi esos ojos almendrados, color de tierra mojada haciendo juego con su boca pequeñita, como un colibrí batiendo las alas al sonreír y el puente firme y delicado de su nariz entre ellos me pasmé, ninguno de mis cuadros hasta entonces tenía esa armonía, ¿qué esperaba? soy artista y es lo primero que me imaginé, hay mujeres hermosas, divas de escaparate, otras de paso firme y elegante aspecto, se dedican a ser hermosas y tal vez en el fondo también lo sean pero todas ellas son fáciles de reproducir en un lienzo, forman parte de un catálogo que no deja rastros en la mente después de hojearlo, la criatura que yo vi tras el mostrador de un restaurante cualquiera de una zona popular era diferente, su rostro libre de maquillaje brillaba como luna de otoño y se movía como gacela, así, delgada, joven y encantadora ¿cómo no maravillarse? musas como ella no se encuentran todos los días y yo, bohemio declarado tan sólo podía admirarla, pero, si tuviera por lo menos la dicha de verla y escucharla todos los días podría ser más llevadera mi existencia, por eso frecuenté el restaurante aunque sólo tuviera lo suficiente para comprar un rollito primavera, eso le hacía gracia al principio, luego comenzó a sentirse incómoda por mi constante presencia y mi cara de perro apaleado que la estudiaba siempre con interés, para despejar sus temores tenía que convencer a su madre de mis sanas intenciones y sin darme cuenta me convertí en un caballero pasado de moda en su presencia, eso gusta a cualquier mujer mayor sea cual sea su nacionalidad, las remonta a sus épocas, las hace revivir emociones pasadas, después de todo no era yo un delincuente ni vicioso, así se lo hice saber para que me permitiera visitarla y salir con su hija de vez en cuando. Siempre fui respetuoso ¿cómo no serlo? era la musa de mis cuadros, el ángel de mis sueños, el rocío de la mañana y la estrella del atardecer, todo mi mundo cabía en sus ojos rasgados, todas mis palabras enmudecían en sus labios entre abiertos, y su piel olorosa a especias me causaba estremecimientos al tenerla cerca, con cuánta delicadeza acariciaba sus manos temiendo desprender aunque fuera un poro de ésos pétalos.
Sí, con Lucy el tiempo se estancaba, con ella mis pies flotaban y mi alma se transportaba a sus montañas, a sus ríos y a sus templos, así de inmensos eran sus pensamientos, yo la llevaba a los pueblitos, recorríamos mercados, le contaba leyendas, muchas de ellas inventadas y me escuchaba sorprendida, como si realmente fuese parte de ellas, pero podía detectar mis embustes y entonces se reía y me hacía reír también, yo no podía ocultarle nada, yo era un libro abierto a su disposición y ella era cuidadosa y tierna en sus lecturas, no sé qué me vio, creo que mi adoración la conmovió y no dudó al aceptar casarse conmigo ¿casarse? Eso es un formalismo, Lucy aceptó ser mi alegría, mi cama de jazmines a donde yo podía descansar mi corazón mortificado cada noche, pronunciar su nombre, imaginar su cuerpo menudo disponible tan sólo para mí era el aliento de mis días, en su presencia nadie podía encolerizarme pues tenía miedo de que mi amada Lucy fuera a volverse paloma y volara espantada si me vencía el mal humor ¿exagero? De ninguna manera, el mundo como tal me hastiaba con su constante bombardeo comercial, con la gente apelotonándose como borregos en las calles, en los mercados, en los estadios, en las plazas, en la playa, sí, gente por todos lados haciendo siempre lo mismo y quejándose de lo mismo, mi condición de homínido me obligaba a tratarlos, pero sin llegar a la amabilidad, no tenía por qué, a mí no se me da ser servicial ni hipócrita, cuando algo me molesta se me nota, pero la presencia de Lucy me apaciguaba, su mirada esfumaba como por encanto cualquier enojo aflorando una personalidad hasta entonces desconocida en mí, pero el tiempo es implacable y la nube negra que me había acompañado desde mi nacimiento y se desvaneció al conocerla se formó nuevamente en el horizonte, compactándose en gruesos nubarrones.
Fui tan feliz unos años, creí que la vida me compensaba el hecho de no haber sido delfín ni ganso con la compañía del ángel más bello y dulce del edén, pero ya había imprecado demasiado y ella vino tan sólo para reprenderme amorosamente, para mostrarme que era decisión mía ser noble o ruin, entonces, a media lección se alejó, así como lo oye, había yo recreado el paisaje de nuestros sueños en un lienzo, el que cuelga la pared de mi casa , la cabaña pequeña rodeada de enredaderas cuajadas de flores multicolores, con un fondo de montaña y el cielo azul en lontananza, en esa cabañita llena de luz y color nos proyectamos vivir un día, no importaba si para entonces fuésemos unos viejos achacosos, ése sería nuestro paraíso terrenal, pero ella no pudo esperar y fue a ocuparla primero, abandonándome a mi suerte, me dejó a media carretera, tirado con otros paisanos heridos después del choque del autobús un día que prometía ser hermoso, un día en que amanecimos emocionados por conocer el santuario de las mariposas, un día como otros en que abordamos un autobús de segunda y luego una combi destartalada ¿quién se fija en esos detalles cuando estás con el ser amado? Ni la niebla densa, ni los barrancos profundos, ni las paredes agrietadas de una montaña parecen amenazadores, al contrario, hasta sonríen y saludan; era un largo viaje sin embargo y las carreteras están llenas de conductores irresponsables, por eso, cuando el trailer apareció con sus luces altas, invadiendo nuestro carril el chofer no pudo hacer nada…
Recuerdo la oscuridad,, el impacto, los gemidos, mi cuerpo empapado de sangre, el dolor de mis huesos rotos al arrastrarme como gusano, desesperado por encontrar a Lucy, ojalá no lo hubiera hecho, ése cuerpo tantas veces abrazado estaba inerte, ése rostro tan amado estaba pálido, frío y ésos ojos tan brillantes estaban crispados; ahí conocí el dolor más intenso, el dolor de la soledad, el dolor de la impotencia, el grado más elevado de la rabia al no poder apretarla en mis brazos con la fuerza que yo quería para transmitirle la vida que injustamente aún yo poseía, si el tiempo compartido con Lucy me rejuveneció ésos instantes me destruyeron, presenciar lo evidente fue tan traumático que las inyecciones calmante tardaron mucho en surtir efecto, tuvieron que atarme a la cama del hospital porque traté de escaparme varias veces y cuando se hartaron me mandaron al psiquiátrico, hicieron bien, había gente luchando por vivir mientras que yo sólo quería morirme, mi cuerpo no estaba tan lastimado como mi alma y si ahora me encuentro en éste lugar es porque todavía no se ha recuperado, estoy igual que de inadaptado que en mis inicios, después del abandono de Lucy no volví a pintar nada bello, todos los demonios de mi alma hicieron una larga fila para que los retratara, todas los sufrimientos del mundo me sacudieron el hombro cada día para que los incluyera; hay gente que los aprecia, hay gente con la que se identifican y son los que ahora me rodean, he bajado a los mismos infiernos y me niegan la estancia, a veces Lucy me toca la puerta, me mira desde la ventana, pero cuando corro impaciente abrirle ya se ha ido ¿por qué no me habla? Hasta el aire que respiro me duele cuando me acuerdo, me dan ganas de rajarme el pecho y arrancarme el corazón para quemarlo en una hoguera y no sentir más, pero ¿qué más puedo hacer? Éstas manos que florecieron a su contacto se han marchitado, me da tristeza ver las estrellas porque entre todas no puedo encontrar sus ojos. Nunca he frecuentado iglesias, ni templos ni nada parecido, aún así ha habido almas caritativas que desean consolarme, pero paradójicamente consiguen lo contrario, no tengo nada contra ellos, los escucho y los despido lo más amablemente que puedo, ¿me ha seguido? Mañana asaltamos el almacén donde ésos bastardos del gobierno esconden el alimento que debieron repartir a los damnificados del temblor, qué bien escondido lo tenían, qué bien armados están, pero eso no va bastar para contenernos, ahora sabe por qué me ofrecí como señuelo, ahora entiende por qué un simple pintor cambió los pinceles por rifles y granadas, ya he pintado bastante y frente al caballete voy a tardar mucho en morirme, es mejor así: lanzo la granada, la guarnición se repliega mientras me ven correr y dispara sin cesar, dejándome irreconocible, ustedes y ellos pisotean mi cadáver y todos contentos, yo ya jugué a la guerra con la vida y tan sólo obtuve una tregua, la batalla la he perdido desde hace mucho, así pues, tengo confianza en que Lucy comprenda que es una causa justa y me levante del suelo antes que cualquier otro para llevarme a nuestra cabañita, la del cuadro, el que nunca vendí, con suerte, cuando alguien lo vea mañana o pasado podrá ver que ya se ocupó, que se oyen ruidos o se ven sombras y dirán que está embrujado, pero no será así, ése cuadro representa el paraíso, mi paraíso, el que una vez viví en la tierra.