La poesía empieza así, como una descarga emocional.
Hay que soltar todo lo que tiene que ver con sentimientos encontrados o perdidos.
Así empieza, sin orden ni propósito.
Solo necesidad.
Luego viene el pariente o el amigo y lo daña todo.
- oye que lindo te quedó eso. Deberías hacer un libro.
Y de un sablazo mutiló al poeta que pudimos ser. Porque escribir ya no será en nosotros un proceso circunstancial de limpieza emocional sino, una búsqueda constante, un propósito más allá de las emociones que son efímeras. Ahora será un objetivo trazado con o sin emoción.
El primer síntoma es poner nombre a cuánto escribimos, las emociones no tienen título. Tienen dolor o alegría pero vienen sin título, quizá un causal pero no un nombre.
Después le empezamos a poner números.
- voy a escribir el poema número 1000
Cuando llegue allá publicaré mi libro.
Y así nos levantamos cada día pensando en el uso y el final sustancioso de escribir otro poema.
- pero no hay un sentimiento; no hay emoción.
No importa, nos la inventamos.
Debemos leer más, practicar más. O sea, plagiar más.
Un poema es original o no es poema.
La estructura ok, semejante, pero la emoción debe ser bien tuya. Cada palabra debe venir con tu respiración.
Así nace todo.
Así crece y se muere todo.
La poesía habla de amor, de locura, de felicidad, de lo que sea. Pero eso es superficial.
La poesía en su rincón más profundo habla de quien la escribe. Un lector serio se dará cuanta enseguida. Verá cuando se está pariendo un poema y cuando se está pujando, obligándolo a nacer.
A eso lo llamo poesía abortada.
Esta muerta aunque la hayan parido.
Escribir poesía no es fácil, por eso yo prefiero descargar sentimientos, emociones, pensamientos.
Es más cómodo.
Aunque yo mismo haya tenido que poner título a todo. De hecho, yo sé que he matado varios versos por seguir la norma de titularlos.
Algún día me confesaré y les quitaré lo que les sobra.
Porque detrás de cada poesía vendrá alguien a leer y querrá quedarse con algo tuyo. Entonces mejor que se quede contrariado y en pleito con tu verdad, por cruda y amarga que sea antes que se vaya feliz y engañado con tu mentira.