Veo en tus pupilas ese país:
Pequeño en el mapa, grande en paisajes.
De un lado bañado por el furioso océano,
Del otro estrellado en las alturas del cielo,
Para culminar envuelto en el verde oriental.
Gente de rasgos latinos casi todo lo puebla,
Mezcla de conquistas, de culturas opuestas.
Tiene el alma de un pueblo casi desaparecido,
Con dolores diversos: de muerte, de olvido.
Y un barbado imperialista que se vino a quedar,
Con su sangre, con sus riquezas, con su espíritu.
A sangre y fuego a la corona se les hizo tributar,
Y a Cristo, de forma infame, se les hizo adorar.
Y así la espada sangrante forjó un destino popular:
Multitudes como tímidas, como ausentes,
Quizás portadoras de cierto miedo, de cierto prejuicio;
Y miradas como llenas de alguna nostalgia,
Anhelantes de algún tesoro perdido.
Pero los siglos borran siempre los llantos, la congoja,
Y dan a todos, a muchos, la ocasión de levantarse
De esas cenizas que como al ave, permite volver a volar.
Tiene todo el mapa resumido en su pequeña geografía:
Montañas, valles, ríos, selva y un agitado mar.
Entonces, sin excusas, es tiempo de soñar
De ser herederos de destinos grandiosos,
De ser una NACIÓN, que en sus baluartes, sea sin igual.