Sobre la piel de mi reseca tierra,
y la salina del penar ajado
el griterío, el desencanto estriado
por encontrar esa verdad que encierra
la exhibición de tan obscena guerra
y la condena de lo nuestro usado,
lo empobrecido de vergel frustrado,
el escozor que nos produce aterra.
Ante la guerra que germina habito
esta sedienta madriguera, seco,
pero entretanto me desuello, hueco,
porque entender desde la carne es rito
y comprender desde la fe repulsa,
que ya esta vida de febril convulsa.