Voy caminando por la calle,
cuando repentinamente me cruzo con un valle.
Un aldeano me dijo “mira por dónde vas”,
a lo que contesté “¿acaso es usted San Blás?”
Aquel hombre se puso agresivo,
y yo, al ser tan persuasivo,
logré calmar a aquel hombrecillo.
Más tarde llegué a una hermosa villa,
y me di cuenta al mirar por la mirilla,
que había una hermosa chiquilla.
Ella al verme se asustó,
pues yo, al ser tan apuesto,
y ella con un simple vestido puesto,
se cambió y se presentó,
esta vez con uno hermoso y colorido.
Cuando me abrió y me adentré,
no pude ocultar mi sorpresa cuando observé,
que aquella chiquilla tenía marido.
Y no era otro que el laído
del señor San Blás.