El trigo trae su fruto
con abundantes cosechas.
Todos gustan del producto
y: ¿Sabrán cómo se siembra,
lo que el campesino sufre
y cuánto sudor le cuesta?
Es quizá desconocido
para algunos que no sepan
porque solo en el terreno
los saberes siempre siegas;
mientras tanto, solo comes,
lo que llega hasta tu mesa
por la vía del dinero
que te compra lo que quieras;
pero nunca el sentimiento,
cuando con amor lo entregas.
Y no sabrás de sudores
ni de cuánto el sol lo quema,
ni las manos que llagadas
sufren ruda y dura pena
ni de cómo nacen frutos
de las manos que aún viejas,
van labrando con cariño
esos surcos en la tierra
para dar aquellos frutos
que para la vida esperas
hasta que labres caminos
en la búsqueda de metas
y trabajes con ahínco
bajo el sol o las estrellas
en los montes o los bosques,
en ciudades o las sierras;
en la fábrica o las calles,
o en verduscas cordilleras.
Hasta entonces, buen amigo,
se valora lo que cuesta
cada cosa que tú tienes
aunque sea vieja o nueva
porque solo dando pasos
se dibujan las veredas
en el campo desolado
donde se pintan las huellas.
Y el anciano, como el trigo,
dio su fruto en primavera,
en verano y en otoño
y hoy sus ramas están secas
ya sin obras en sus manos...
¡Ay de aquel que los desprecia,
porque frutos no le rinde,
porque frutos no le entrega.
Y entonces: ¿Qué fue el amor?
¿Era solo una quimera?
¿O quizá puro interés,
de ese que al final golpea?
Y así van por esta vida
muchos hijos por la vera
ignorando que su padre
dio sus años en la hacienda,
con sus manos labrantías
en los montes y las sierras
donde el fruto ha florecido
a la luz de las estrellas
donde su paso dibuja
y sus huellas, también deja.
Nunca olvides que la vida
siempre trae sus sorpresas.
Te devuelve lo que das
y cual bumerán regresan
las semillas que has sembrado
al pasar por la vereda.
«Y recogerás el fruto,
de lo que en la vida siembras».
-Pero no te preocupes-
«Si tú siembras cosas buenas,
serán buenas esas mieses
que tendrás de recompensa».