Canto del agua clara,
canto del agua serena,
llorando está ya su vientre
su vientre de luna llena.
Leve se le oye llorar,
y nadie aplaca su pena,
su pena que me anochece
y arde a la luz de las venas,
que riega con su cantar
mi estrella de piel morena,
mi estrella de ojos de otoño,
mi fuente de primavera;
albo lirio estremecido,
trigo en mies y gracia plena.
Llanto que ahuyenta el invierno,
lluvia incesante de avena,
algodón sobre los campos,
miel que fluye en la colmena
dándola en flor y esperanza
a su tiempo, con paciencia.
Canto del agua clara,
canto del agua serena,
llorando está ya su vientre,
su vientre de luna llena.
Marcan sus pies cada paso
para forjarse la escena
en este drama infinito
en que dejamos la huella
a golpe de sufrimiento,
libres de toda cadena.
Estigma del nacimiento,
de la más dulce condena,
condena a morir viviendo
de amor que nos envenena.
Suave cicuta que pierde,
dulce beleño que ciega,
que leve nos va colmando
cuando la bruma se aleja
abriéndose el río en cáliz,
cáliz de rosas eternas.
Hasta que acabe la noche
la vida es eso que sueñas,
que cuando menos lo esperes
llega a su fin y despiertas.
Mientras tanto, escucho el canto
nocturno de las sirenas,
ese canto que adormece,
que arrulla al mar, que resuena.
Canto del agua clara,
canto del agua serena,
llorando está ya su vientre
su vientre de luna llena.