Verdad idílica, diáfana
Refleja la momia de cristal
Sin palabras huecas, disfrazadas
Ni pelaje irracional
Lúgubre soledad
En los días críticos e inciertos
Que acallan mi tiranía
Y engendra, mi locura bella
Proliferan las ánimas
en el desierto nevado
E incurren en glorificar
El dolor prestado
Coloridas son
Las flores del árbol del destino
Y de quién descalzo, surcó
Las huellas en el gran camino
La tos del roble
Golpea, drástica en la noche
Balancea las copas de los árboles
Redimiendo la madera noble
El filón de acero
Hunta la hojilla en la corteza
Quiebra el tronco, pesado
Y convierte el paisaje en dehesa