El ciervo y la Coscoja.
Anhelando un lugar donde esconderse,
un ciervo, ya sin fuerzas ni esperanza,
le dijo a la coscoja:“Tengo miedo
de no llegar a ver el sol mañana”.
Prestándole sus hojas ipso facto,
el arbusto cubrió raudo la espalda
del ciervo, como muestra de bondad,
burlando así los ojos de la parca.
Al poco rato el ciervo distendido
se dedicó a comer las verdes ramas,
y al quedarse el ingenuo sin follaje,
lo sorprendió una sombra rezagada.
Oyó el rumor que suelta la imprudencia
cuando el pecho se abrió por una bala.
Expirando, le dijo a la coscoja:
“No supe agradecer lo bien que estaba”.
.
La ingratitud se vuelve aborrecible
si muerdes en lugar de dar las gracias.
.
Inspirado en la fábula (La cabra y la vid ) De Esopo.