Mi corazón herido humedecio
mis ojos al ver tú desprecio.
Tomé mis cuatro ropas y me eché
a navegar entré el viento y olas altas,
no me importaba nada, porque solo
quería no saber de tú mal querer,
pero mi Dios es justo.
Días después vino la calma
y hasta mi pobre alma está sin
llantos ni dolor, y feliz.
Hoy en el olvido estás mujer y no
vengas con tu lamento que yo no
estoy para ti sin dolor.