Caleidoscopio de acción y viento.
Trazos de colores que se estelan, sosegantes.
Elixir en los discos de la médula espinal,
el aire pesa para bien.
El runrún de los motores emboscan al café.
Acordeón de encajes negros pespuntados con mi fiera de uñas afiladas en el olor del resurgir
entonando bienvenida.
La sangre que se escapa para mí.
Las boyas de las redes de pescar
en las arrugas de la frente
de algún viejo lobo de mar
con sus bolsillos desmechados.
Tesoros en los párpados
hundidos de salitre.
Un maletero que se abre y suelta al lobo
gris.
Se me agarra del pescuezo
- la quijada de mamá con su cachorro -
Conseguí libar la suerte roja de su fuerza.
Algodón de azúcar y wasabi con virutas de hierro terracota.
Olor a talco en sus axilas y una niña encarcelada tras el negro que amordaza
su verdad.
Mi ternura en una taza rota en la cocina jugando a bailar descalzo sobre ella, escuchando a Juanito Brahms.
La pena de morir de pena un día
voló del nido de alquitrán.
Propergol y fuego, la vista al cielo.
No es cierto que todo lo que sube, baja.
Hay veces que se ganan conformar
El firmamento.