En todas partes arde tu mirada
como una llama misteriosa y pura
que nace de una luz tenaz y oscura,
y vibra con espíritu inflamada.
Arrebata y consume su celada
de impía devoción a mi natura.
Una incipiente epifanía, albura
de la noche del alma enamorada.
Cuando se siente, todo el cuerpo cede
como cede ante el viento una veleta
o la mies que, al solano, son rastrojos.
Hasta el tiempo, que nunca retrocede,
se detiene, se anula o se completa.
Así son los milagros de tus ojos.