El mar agitó sus olas
una tarde de verano.
Lo miraba, contemplando,
que golpeaba unas rocas.
Vi pasar unas gaviotas,
su graznar, era un encanto;
y el atardecer, opaco,
se pintaba color rosa.
Las olas iban, venían,
dejando una blanca espuma
como nieve derretida
del golpe en las rocas duras
de una forma intempestiva
bajo los rayos de luna.