Como suena aquel ánfora si de la vena herida
que en la umbrosa y sonora profundidad se vierte
del cristal que se quiebra hoy retumba más fuerte
pues su vientre de barro se embaraza de vida.
El oboe del viento en la rama dormida
que en arpegios dorados a la tarde convierte
y en la calma rojiza que precede a su muerte
se hace coro de luz en la obscura avenida.
La nocturna celesta con sus teclas distantes
que destila en latidos las palabras del cielo,
eufoniza la bóveda al tallar sus diamantes.
Y el timbal de la aurora tras los pinos de duelo
que acompaña la fuga de los astros menguantes
cuando el sol acaricia con sus vientos el suelo.