Acumulada luz, ya
ni me acordaba de ti.
Sueño o vergel, plantación
de frutales, apenas
si te recordaba. Fuiste,
en su tiempo, la bravura
de una paloma torcaz,
sapiencia inaudita que vuelca
su tesoro sobre la tierra,
para luego regresar, desnuda,
al cielo, negro de presagios.
Yo te inventé, mujer silente,
con tu plácido regazo
entre manteles dorados, y áureos
manzanos. Robledales de tronco
partido, tu mismo brazo, alcanzado
por la luz, fue asistiendo brevemente
a mi refugio: sombra de mi mente, tú fuiste,
acaso lo más luminoso. Inventariando
el silencio, la acequia milagrosa, la alberca
enmudecida entre anfibios y orquestas
estivales, tu flor fue despojándose de materia.
Y apareciste secreta, toda tú, formando
líneas en el agua.