GDA

EL PAROXISMO DE TU ETERNIDAD

¿Qué hay más grande que la inmensidad
que ostenta el expansible universo?

¿Qué más perenne que la sesión sin irrupción
en la eternidad donde mora el creador?

Sin embargo todo se torna minúsculo
en la complejidad de un sublime beso
y la eternidad se comprime en el segundo
de una brevedad que en su intensidad jamás se olvida.

Conectarme contigo, ¡que excelso!
en un ósculo sin máculas santificar
mi entelequia en la religión de adorarte,
y en cada culto de arrobamiento merecerme
tus labios que se enardecen para expiar
a cada una de mis libaciones.

Rictus bendito, que a mi alma redime,
que en el sagrario de tus mejillas
se reserva, para mí, la exoneración;
no me queda más que ofrendarte
mis labios para entrar en comunión.

Redentora mía, con tu mudez declara
que me eximes siempre de mis yerros
y que merezco llegar a tu cielo,
por lo ingente de tu benignidad
y prémiame con la excelsitud de tu gloria
en cada rictus de religiosidad
y en la brevedad de un ósculo
dame el paroxismo de tu eternidad.