Para mi madre Alicia Ureña
Madre, ¿cómo podría sospechar siquiera,
que aquella habitual despedida
se transfiguraría en tu ausencia?,
en esa separación que concluye
en el ocaso de mi existir.
Ése efímero saludo matutino
y de tu mano el tremolar,
fue quizá un hito del camino
que aprestabas por abordar.
En esta existencia cultivaste amor,
pintando un mundo bello para tu linaje,
cumpliendo holgadamente con tu comisión,
suavizaste también la brega para tu consorte.
A cada hora extraño tu risa,
más me regocijo en que concluyó tu dolor;
ese asiento que ya nadie ocupa,
está lleno de nostalgia, recuerdos y amor.
Tu incipiente viaje es peldaño insoslayable
en tu ardua búsqueda de la eternidad;
en el lugar de luz donde ahora resides,
no impera más el tiempo, reinan el amor y la paz.
Madrecita linda, hoy que no te veo,
comprendo que habrá un tiempo sin ti,
carente de tu presencia tangible,
pero tu esencia se anegará en mí.
Más un día vendrá el ocaso a mi vida
en el que andaré con dirección al arcano,
tal como hacen las gotas de agua,
qué siempre regresan al mar.
Entonces tendremos motivos para festejar
y con amor sublime yo te abrazaré,
pues tiene mi alma la seguridad
que nos encontraremos otra vez.
Alberto Morales Ureña