Y apareciste, secreta, toda tú, formando
líneas en el agua. Dibujando tu forma pétrea
sobre la linde del monte. Rebrotando a fuerza
de sueños, de pozos ocultos, de milenarias estrellas.
Fuiste surgiendo de la nada, maravillosa rapaz
que sigilosa, en mí fructificaba. Mas
ahora, inabarcable por naturaleza, tu propia
esencia, me es extraña. Centinela de tus sueños,
yo, el más extraño de los frutos. Regurgitando
musicalmente, las voces y los ecos de un palacio
sumergido. Atalaya, de luz caliza, de luz terráquea,
de anfiteatro, las luces que te amenizaban, antiguamente.
De terrazas y vino, surtida. De rostros y piedra,
sin apenas mirarme, fuente ostentosa, que mana
leche milagrosa. Y yo fui pasando por ti, como
un ánade de luz gloriosa, como un pez de árida
forma. Por tu boca y labios de piel salobre.