Amiga mía, una palabra basta para alegrarme el corazón.
Es crónica mi melancolía, lo sabemos los dos.
Ninguna receta médica me funciona a estas alturas
de la vida. No importa; ya no.
Me duelen los huesos en los días húmedos,
y me duermo con libros encima.
Estoy viejo, no lo digo yo; lo dice mi piel arrugada,
mis camisas, y también el reloj,
mis pasos lentos, que siempre llegan atrasados
a todas partes y a ningún lado.
Lo dicen mis manos, que dejan recuerdos
olvidados en algún cajón.
Tomo medicamentos cada ocho horas
que surten efectos primarios y secundarios sin previo aviso,
pero los tomo igual porque el médico así lo dijo.
Amiga mía, ven a pasar un fin de semana conmigo.
Puedes traer a tu perro para que juegue con el mío.
Hablaremos de cosas irrelevantes, pero estarás cerca
y no distante, y eso me hará bien.
Seguramente a ti también.
Espero tu respuesta.
Sabes que en casa la puerta siempre estará abierta para ti.
Te mando un beso y un abrazo.
P.D.: No olvides traer los calcetines que tejiste para mí.
—Felicio Flores