Lanzas ardientes
queman,
desgastan,
martirizan
los resecos labios;
coartan
las palabras.
Sosegada oscuridad,
techo
de crujiente rastrojo;
me diste
tan largas
horas de calma
que a pesar
de los densos
muros de cemento
aún respiro.
Librillo de
papel blanco;
arrugadas manos
te acarician.
¿Por qué
reduces la vida
a cuatro
bocanadas humeantes?