Lourdes Aguilar

LA JAULA VACIA

 Susana amaba los pájaros, Susana tenía una jaula en la ventana donde dos canarios cantaban todas las mañanas, pero no le bastaba, tanto amaba el canto de los pájaros que en poco tiempo compró una más grande para criar más y así, poco a poco las jaulas fueron aumentando de tamaño y la variedad de pájaros también: había canarios, azulejos, cardenales, pardillos, jilgueros, ruiseñores, etc. siendo cuestión de tiempo que una gran jaula ocupara el jardín.

Todas las mañanas la dama escuchaba el concierto de las aves mientras hacía sus quehaceres, pero no se conformaba, su madre al pasar miraba con tristeza la jaula hasta que Susana le preguntó por qué, ella contestó:

 -Esos pájaros son como tú: no se sacian, mientras más espacio tienen más deseos tienen de irse

 Susana no entendió, después de todo, nadie los atendía tan amorosamente como ella, así que siguió su rutina durante un tiempo y creía ser feliz, pues nada la alegraba tanto como el canto de sus aves, nada le atraía más que sus vistosos coloridos y nada le hacía más gracia que sus ágiles movimientos al volar y saltar por toda la gran jaula, era tanta su sensibilidad hacia ellas que un día creyó que demoraron en cantar, ellas acostumbraban empezar cuando el sereno empezaba a levantar su manto de rocío y los tenues rayos del sol se asomaban por el horizonte, pero ese día ya no sentía el frescor de la madrugada y el sol ya empezaba a pintar las copas de los árboles cuando se oyó el primer canto, después otro y así sucesivamente, la dama no le dio importancia, después de todo el concierto se normalizó en poco tiempo, sin embargo, eso se repitió al día siguiente y con el transcurso de los días creyó notar que las aves ya no cantaban con la misma intensidad de antes, entonces le preguntó a su madre si ella notaba algo, ella contestó:

 -Ya te dije, las aves están hechas para volar, en ninguna jaula serán felices

 Susana pensó que su mamá exageraba, así que empezó a hablar con mucho cariño a sus pájaros, pero eso no cambió su comportamiento, fue un día, comenzando el otoño, cuando encontró el primer  canario muerto, eso le dio mucha tristeza porque había leído lo suficiente y consultado con buenos veterinarios como para saber que sus aves recibían todos los cuidados y atenciones necesarios para mantenerse saludables; la madre al verla le dijo:

 -Déjalas ir, las estás matando tú misma

 Pero Susana amaba demasiado a las aves, nada la alegraba más que sus cantos, nada admiraba más que sus vistosos plumajes y nada le hacía más gracia que sus movimientos, Susana sufrió al ver morir la siguiente semana un jilguero, ¿por qué? Nadie los atendía y mimaba tanto como ella, nadie  gozaba tanto su compañía, la madre repitió:

 -Déjalas ir, no seas egoísta

 la dama se negó nuevamente, y fueron necesarios  otras dos semanas y dos cuerpos inertes más para que por fin decidiera soltar tres parejas de sus amadas aves, las vio alejarse con lágrimas en los ojos, los cardenales, los ruiseñores, los pinzones se perdieron de vista entre el follaje de los árboles y la dama sintió un raspón en su corazón, la gran jaula continuaba llena de pajaritos, pero ella supo que no era igual, durmió con la esperanza de que al día siguiente volverían.

 Cuando amaneció, dejó comida y agua afuera, pero ninguno de los liberados regresó, ni ese ni los próximos días, la siguiente semana un cardenal yacía en el suelo, la dama la acarició y le dio un beso, y mientras la enterraba la madre dijo:

 -Si las amas déjalas ir

 Susana liberó tres parejas más, pero a la semana siguiente supo que no era suficiente al encontrar ésta vez dos ruiseñores en el suelo, su corazón estaba desolado, no podía imaginar que su amor y cuidados no fueran suficientes para ellos, ¿qué clase de pájaros eran? Otros vecinos tenían jaulas mucho más pequeñas, cuidaban a sus pájaros y ellos cantaban desde hacía años sin enfermar, su madre dijo:

 -Ya te dije que son como tú, déjalas ir y las entenderás

  Con mucho dolor, un día abrió la jaula y sacó todos los pájaros, luego se acercó a su madre, quien la miraba impasible desde la ventana y llorando de coraje le reprochó:

 -Morirán de hambre y sed, se las comerán los gatos o las aprisionará alguien más, ¿eso es lo que querían? la madre, tranquilamente le contestó:

 -Subestimas la capacidad de las aves, les has dado lo que más querían, de alguna manera te recompensarán

 Susana no podía entenderlo, siguió dejando comida y agua afuera pero ningún pájaro regresó, estaba triste, se sentía traicionada, pero su madre le decía:

 -¿Acaso el ex convicto regresa a la prisión para saludar a su custodio? Ten paciencia

  Pasó el tiempo, la dama había perdido el interés por las aves: cuando escuchaba cantar a alguna sentía tristeza, si alguna llegaba al jardín las ignoraba, su corazón se había muerto y ningún trino parecía revivirlo, una mañana estaba regando las plantas como autómata, ya no había alegría en su rostro ni luz en sus ojos, sus días se hicieron tediosos y a veces salían lágrimas furtivas sin motivo aparente, pero esa mañana descubrió entre el pasto un gato  jugando con un bultito negro, se acercó y descubrió que era un pichón herido tratando desesperadamente de escapar, el gato jugaba con él antes de devorarlo, Susana, inconscientemente tomó al pájaro y lo metió a la casa, limpió sus heridas con mucho cuidado,  y lo dejó en una caja llena de hojas secas colgado en su cuarto, fuera del alcance del gato, pensando que tal vez no viviría, sin embargo al día siguiente vio que las heridas comenzaban a cicatrizar, nuevamente las curó, sacó la primera jaula que había comprado para los canarios y permanecía arrumbada en un armario, preparó un poco de masa que le dio de comer y con un gotero calmó su sed, poco a poco el pájaro comenzó a recuperarse y ella a prestarle atención, ciertamente no cantaba, no tenía un plumaje vistoso y seguramente tampoco tenía gracia, pero por algún motivo le daba gusto atenderlo, el pájaro por su parte se acostumbró a la presencia de Susana, con el transcurrir de los días y pensando que pronto estaría en condiciones de volar, Susana puso la jaula en la ventana con suficiente agua y comida, dejó la puerta abierta y se olvidó de ella, una tarde la encontró vacía, pero al amanecer siguiente vio con sorpresa que el pájaro negro había regresado y al verla se acercó volando, entonces ella instintivamente alargó su mano y el pájaro se posó en ella, Susana lo observó detenidamente mientras él movía la cabeza y brincaba a lo largo del brazo,  por primera vez en mucho tiempo ella sonrió y comenzó a hablarle con el mismo cariño con el que le hablaba a sus antiguos pájaros, los días continuaron y la dama siempre encontraba al misterioso pájaro negro esperándola en la ventana, no sólo para alimentarse sino también para escucharla, la dama se acostumbró a su compañía y ya no le importaba que no fuera canoro, ni bonito ni siquiera gracioso, al pájaro le puso por nombre Ópalo y él la seguía por toda la casa, por el jardín, se quedaba un rato entre las ramas de los árboles, se alejaba después pero siempre regresaba, Susana pensó que después de todo no era feo, su plumaje negro brillaba con el sol, tenía un pico fuerte y hasta le pareció que brincaba chistoso, con el tiempo  podía escuchar el canto de los pájaros y admirar sus bellos plumajes sin la sensación de pérdida que sintió al liberarlos, estaba curada y entendió así lo que su madre había tratado de enseñarle, que el amor en extremo es tirano y egoísta, pero si se ofrece desinteresadamente siempre conforta, así pudo descubrir más allá de las apariencias la conmovedora fidelidad de un corazón agradecido.