Cuando las alas pesen,
y desciendan desde los cerros los vientos de tu invierno,
tocará a mi puerta su abrazador frío,
gélidos los abrazos, tormentosos los ríos.
Cuando las alas pesen.
entenderé entonces para qué has venido y te miraré en silencio,
y que me sospeches dormido; absorto, contemplativo, pero nunca vencido.
Cuando las alas pesen,
y sin lumbre en el exilio;
con las ráfagas de viento de seguro habré partido.
Gravitará en mi mano la pluma palpitante de todos los sentidos
Mis alas doloridas por sabios, necios, triunfantes y oprimidos,
sabrán que soy amante de amores prohibidos
¡manzana de Eva y los paraísos perdidos!
Cuando las alas pesen,
volveré a ser… Ícaro arrepentido;
vuelo planetario y eslabón sinsentido
y Prometeo encadenado y la montaña del olvido.
Cuando las alas pesen.
Carabelas milenarias navegarán de nuevo y para siempre mis ríos.
Quizás, gaviota solitaria y en el pecho muy prendido
un extraño estandarte rojo sangre bruñido.
Las alas ermitañas del Fénix dolorido
El fuego atizador y entre sombras diluido.
Cuando las alas pesen.
Y es que pesan, ¡lo has vivido!
Gritaré que me amaste y que te amé ¿tú lo has repetido?
Cuando las alas pesen
Las alas desteñidas, vuelos resentidos,
seré puerto y edén del desvalido
Cuando las alas pesen,
y es que pesan
¡Lo has sabido¡
¡Vivirá mi propia alma los amores prohibidos!
¡Porque las alas pesan!
¡Y lo hemos permitido!